
¿Te gustaría conocer gente nueva sin presión romántica? El speed friending emerge como una alternativa al networking tradicional y a las apps sociales. En este artículo exploramos qué es, por qué gana terreno, qué beneficios psicológicos puede tener y cómo probarlo si estás listo para ampliar tu círculo social.
¿Alguna vez has querido hacer amigos nuevos pero no sabes cómo acercarte? En muchos entornos adultos —trabajo, ciudad nueva, hobbies— es difícil romper el hielo. En ese contexto surge el speed friending: un formato social inspirado en el speed dating, pero sin coqueteo ni presión romántica.
El concepto ha avanzado rápido en ciudades norteamericanas y aparece como respuesta a un anhelo humano universal: conexión humana auténtica. En Latinoamérica y otros contextos también empieza a escucharse. ¿Te atreverías a probarlo?
El speed friending consiste en encuentros presenciales organizados donde los participantes tienen conversaciones breves (entre 3 y 7 minutos) con distintos desconocidos, uno tras otro. Luego de cada ronda, cambian de interlocutor, hasta que cada persona conversa con varios participantes durante el mismo evento. Al final, quienes hayan sentido afinidad pueden intercambiar datos de contacto.
Un moderador suele fijar los tiempos y velar porque nadie acapare la conversación. Los organizadores definen reglas básicas de respeto e igualdad: todos participan en igualdad de condiciones. Se trata de convertir la búsqueda de amistad en algo estructurado y seguro.
Este formato busca trasladar la espontaneidad del encuentro casual a un espacio planificado. En lugar de depender de bares, apps o encuentros fortuitos, se genera un entorno social controlado para que puedas conocer a otros con la intención explícita de hacer amigos.
El concepto no es totalmente nuevo: el fundador Jared Nissim adaptó la idea del speed dating y en 2005 lanzó “Speed Friending” como parte de su proyecto de comunidad llamado The Lunch Club. Él quería facilitar redes sociales basadas en amistad más que romance.
Desde entonces, el formato ha proliferado en grandes ciudades donde la gente tiene menos redes locales preexistentes. En estudios psicológicos también ha sido analizado cómo encuentros estructurados breves pueden generar cercanía interpersonal, como en el paradigma “fast friends” —una serie de preguntas escalonadas que facilitan intimidad gradual en poco tiempo.
Así, el speed friending es la versión social contemporánea de esos ejercicios estructurados: encuentro, diálogo y posibilidad real de conexión.
En ciudades grandes, muchas personas se mudan por trabajo u oportunidades, alejadas de su red social original. El aislamiento se vuelve frecuente. Eventos de speed friending ofrecen un puente para quienes desean conocer gente nueva sin depender de apps o de encuentros azarosos. Infobae sugiere que muchas personas prefieren “interacciones reales en lugar de aquellas que pueden dar las redes sociales”.
Si te cuesta acercarte, este formato te da un guion: preguntas rompehielos, tiempos controlados, moderación. En lugar de quedarte paralizado en silencio, sabes que tienes minutos asignados para hablar. Eso reduce la presión social de improvisar y puede hacer más llevadero iniciar nuevas conexiones.
A diferencia del speed dating, aquí no hay expectativa romántica. Todos saben que el objetivo es conversar, compartir intereses y conocer gente con posibilidad de amistad. Esa claridad baja el riesgo de malentendidos o tensiones emocionales al iniciar el encuentro.
En pocas horas puedes hablar con muchas personas. Si tienes afinidad con algunas, puedes seguir cultivando esas relaciones. Es una estrategia de volumen social eficiente que antes implicaba meses de encuentros ocasionales.
Aunque muchos eventos son presenciales, también han surgido versiones virtuales que trasladan el formato adaptado al entorno online. Esto permite ampliar el alcance, romper barreras geográficas y facilitar conexiones a quienes no pueden viajar.
La amistad es un factor protector de la salud psicológica. La Asociación Americana de Psicología ha señalado que relaciones sociales estables se asocian con menor riesgo de depresión, mejor manejo del estrés y mayor longevidad.
Cuando promovemos encuentros sociales estructurados, como el speed friending, abrimos canales de conexión que pueden prevenir el vacío emocional en etapas donde la socialización espontánea es más difícil.
Conversar con otros, compartir intereses, reír, intercambiar experiencias: es una inyección de validación, pertenencia y empuje emocional. Aun en encuentros breves, sentir que alguien te escucha tiene efectos reparadores para la autoestima.
En la adultez puede ser difícil hacer amigos nuevos. El speed friending permite cultivar redes frescas que, con el tiempo, pueden convertirse en apoyo emocional en momentos de crisis.
Para quienes tienen inseguridad social, este tipo de eventos permite practicar comunicación, escucha activa y gestión de nervios en un contexto con reglas predecibles.
Aunque cada conversación es breve, se dice que una charla de 12 minutos puede mejorar el humor y reducir el estrés significativamente según algunos estudios populares sobre interacciones sociales estructuradas.
Cada interacción, aunque corta, puede activar ese efecto psicoemocional positivo que nos recuerda que no estamos solos.
Los encuentros suelen durar entre 60 y 90 minutos. Los participantes se sientan frente a frente durante rondas de 3–7 minutos. Después de cada ronda, se rota al siguiente interlocutor. Al final, quienes sienten afinidad pueden optar por intercambiar contactos.
Un moderador controla el tiempo, avisa cuando termina cada ronda y garantiza que nadie hable más de lo permitido. Se establecen reglas básicas: escucha activa, respeto, no monopolizar la conversación.
Normalmente la participación tiene un costo bajo que cubre espacio, logística y organización. Se hace en cafeterías, centros culturales, coworkings u otros espacios propicios para socialización.
Los organizadores promocionan los eventos en redes sociales, comunidades locales o apps de eventos. El público suele ser jóvenes profesionales, recién llegados a la ciudad o personas buscando ampliar su círculo social.
Muchos eventos usan tarjetas con preguntas tópicas o temas para romper el hielo: música, viajes, pasatiempos, dilemas divertidos. Ese marco temático ayuda a iniciar conversaciones más allá del “¿a qué te dedicas?”.
Algunos eventos se hacen por video, con salas rápidas para charla, moderadores que rotan participantes y mecanismos para intercambio posterior de contacto. Esto permite superar barreras geográficas o limitaciones de movilidad.
El formato breve limita el tiempo para ahondar en temas significativos. Es común que algunas conexiones queden en lo superficial y no lleguen a consolidarse.
No todos los que intercambian contactos mantienen el vínculo. Sin un seguimiento consciente, muchas relaciones nacientes quedan en promesas no cumplidas.
Para algunos, hablar con extraños en el corto tiempo puede generar ansiedad social. El formato puede sentirse apresurado o incómodo si no estás habituado a exponer tu personalidad en pocos minutos.
No siempre quienes conversan tienen intereses reales en común. Elegir qué conexiones cultivar depende de tu juicio posterior, no todas serán compatibles.
Si la frustración social es profunda o asociada a otros factores emocionales, el speed friending es una herramienta complementaria, no una cura por sí sola.
Según el medio Semana, el speed friending ha ganado terreno en grandes ciudades norteamericanas donde la soledad urbana es un desafío. Hay quienes organizan eventos con fines culturales, sociales o de bienestar, justamente para responder al vacío de conexión en entornos densos.
Muchos organizadores lo ven como una oportunidad de reinvención social en grandes urbes: la gente vive en la misma ciudad sin conocerse. El evento ofrece un espacio pensado, donde saber que los demás también desean amistad reduce la incertidumbre social.
Además, investigaciones recientes apuntan a curiosidades como el rol del olfato en el speed friending. En un experimento se halló que el olor corporal predijo el interés social más que una mirada rápida. “En un experimento de speed friending, los juicios basados en el olor fueron más precisos que los visuales”.
Este tipo de hallazgos subraya que la interacción humana va más allá de las palabras: nuestro cuerpo también habla.
Participar de estas experiencias puede fortalecer tu salud mental, pero es más potente si haces algo más:
Si sientes que necesitas acompañamiento para gestionar emociones o inseguridades sociales, puedes acceder a terapeutas y psicólogos en línea a través de SELIA, quienes pueden ayudarte a construir habilidades sociales y reforzar tu bienestar emocional.
El speed friending no es una fórmula mágica, pero refleja una necesidad creciente: la amistad necesita espacios modernos, intencionalidad y estructura. En un mundo donde todo se acelera, crear oportunidades sociales deliberadas puede ser una respuesta poderosa.
Quizás el próximo amigo que esperas no esté en tu círculo habitual, sino al otro lado de una mesa en un evento de speed friending. Atrévete a decir hola, a brindar tiempo y atención. Puede que esa breve conversación sea el inicio de algo significativo.
¿El speed friending es solo para personas solas o sin amigos?
No necesariamente. Muchas personas con vida social activa participan porque desean ampliar su círculo, conocer gente de distintos entornos o practicar habilidades sociales. No se trata de suplir carencias, sino de explorar nuevas conexiones humanas.
¿Es seguro participar en eventos de speed friending?
Sí, siempre que el evento sea organizado por plataformas o grupos verificados. Se establecen normas de respeto y moderación, y los encuentros se realizan en espacios públicos o virtuales con monitoreo.
¿Realmente pueden surgir amistades duraderas a partir de un evento así?
Sí. Aunque no todas las conexiones prosperan, muchas personas encuentran amistades sólidas gracias a la intención compartida y a la química que puede surgir en pocos minutos de conversación auténtica.
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