
Hace poco más de un año, el humor colombiano se vistió de luto. Fabiola Posada, conocida cariñosamente como La Gorda Fabiola, falleció dejando un vacío profundo en su familia, sus amigos, sus colegas y su público. Para Nelson Polanía, su esposo, conocido como Polilla, no fue solo una compañera de vida, sino la mitad de su hogar, cómplice de sueños y carcajadas compartidas. ¿Cómo se vive un duelo tan intenso? ¿Cómo seguir cuando alguien que fue el centro de tu día a día ya no está físicamente?
Según lo que Polilla ha revelado en entrevistas recientes con El Espectador, este año ha sido un viaje de dolor, aprendizaje, memoria y también de señales que lo ayudan a mantener viva la presencia de ella en su vida. (El Espectador)
Desde el fallecimiento de Fabiola, Polilla ha hablado con sinceridad sobre lo que significa sentir el dolor abierto: “Te duele, gritas”. Esa frase resume lo que muchos experimentan cuando pierden a alguien querido: momentos de silencio absoluto, de llanto inesperado, de furia callada.
Ha contado que, al inicio, había días de ausencia emocional tan grande que sentía la necesidad de gritar, de no contener nada, como si liberar ese grito ayudara a no quedar atrapado en la pena. También ha compartido que al recordar lugares comunes —la casa, la cama, los espacios que compartían— siente que la memoria lo invade con imágenes de risas, de complicidades que ya no volverán físicamente, pero que sobreviven en su interior.
Para Polilla, el duelo no ha sido un proceso solitario. Su hijo, David, ha sido un pilar. Las mascotas que compartían, como sus perros, se convirtieron en consuelo. Ha dicho que la relación con ellas se ha estrechado, que la presencia peluda de Benito, Natilla y otros animales les recuerda la vida que compartían y la lealtad que no abandona, incluso cuando todo cambia.
Contar con el apoyo de familiares, amigos, colegas de trabajo ha sido clave. Participar en espacios de expresión —entrevistas, redes sociales— le ha permitido no sólo compartir la pena, sino recibir muestras de afecto y reconocimiento que lo ayudan a no sentirse aislado en su dolor.
Polilla ha declarado que siente a su esposa cerca en pequeños detalles: una planta que se marchitó, la mirada de una mascota, objetos en la casa que evocan su esencia. “Es duro pero sanador”, dice sobre revivir momentos juntos, imágenes que le duelen, pero también le devuelven la conexión.
Además, ha hablado públicamente de lo que le dijo a ella antes de morir: de cómo le expresó su amor, de cómo lo esperaba acá, en ese espacio compartido, aunque también sintiera la incertidumbre. Reconocer que esos últimos momentos importan ha sido parte de su proceso, no para detener el dolor, sino para hacerlo consciente y honesto.
Pasar un año sin alguien con quien vivías todos los días implica aprender a reconstruir rutinas sin su presencia. Polilla cuenta que hay días que parecen iguales a los de antes, pero el vacío es un eco constante. El silencio de ciertas voces, la falta de ciertas risas, todo pesa cuando se siente la ausencia.
Ha dicho que poco a poco algunas mañanas ya no se comienzan con llanto. Que algunas noches hay sueños en los que ella aparece, como un puente entre lo que fue y lo que sigue siendo. Que gracias al cariño recibido, los mensajes, las llamadas, los abrazos, encuentra momentos de paz, de risa al evocar una broma, una anécdota graciosa, como forma de homenaje.
Polilla ha señalado que para él, el duelo ha significado involucrarse activamente: publicar reflexiones, compartir fotos, hablar en programas radiales, recordar fechas especiales. No esconder el dolor, sino darle voz, reconocerlo, permitir que otros sepan lo que está pasando.
También ha procurado salir los fines de semana en compañía de su hijo y sus mascotas, reconectarse con la naturaleza, hacer espacios simples que antes parecían comunes, ahora se sienten esenciales: caminar, respirar aire libre, recibir el abrazo de algún árbol, ver un atardecer que lo conmueve. Son rituales de vida que ayudan a sostener el ánimo.
Polilla ha dicho que aunque la pena es intangible, esa misma pena le ha enseñado. Le ha enseñado a valorar lo que antes pasaba desapercibido, a reconocer que cada instante compartido tiene valor, a agradecer las cosas simples: un café, una conversación sincera, el abrazo de un amigo que no juzga.
Ha dicho que ha aprendido a mirar sus recuerdos con sonrisa, no solo con llanto, y que aunque el duelo no tiene fecha de vencimiento, ya comienza a vislumbrar una paz suave, cada vez que la memoria invade su espacio.
Vivir el duelo durante un año implica un desgaste emocional: tristeza persistente, nostalgia, momentos de desesperanza. Es normal sentirse abrumado, sin muchas ganas, con interrupciones en el sueño, con dificultad para concentrarse. El duelo puede afectar la autoestima, el sentido de identidad: “¿Quién soy sin ella?” es una pregunta que muchos que pierden a su ser querido se hacen.
Polilla ha comentado que ser sincero con esas preguntas, hablarlas, compartirlas, ha sido importante para que el duelo no se convierta en culpa o aislamiento. Reconocer las emociones —ira, culpa, nostalgia— permite procesarlas.
Si estás viviendo una pérdida y sientes que la tristeza no te da tregua, contar con apoyo profesional puede marcar una diferencia. Recibir acompañamiento emocional con terapeutas y psicólogos online te puede ayudar a darle nombre a lo que sientes, poder llorar lo que no se ve, y empezar a encontrar maneras personales de sanar.
Si eres amigo, familiar, seguidor, compañero laboral, puedes hacer mucho simplemente escuchando sin juzgar, sin apresurar sanaciones. Permitir que la persona hable, que llore, que recuerde. Ofrecer compañía, no soluciones mágicas. Reconocer su dolor como real.
Pequeños gestos importan: una llamada, una carta, un mensaje que diga “te acompañó”, un recuerdo compartido, una oración si es parte de su creencia.
El duelo no se olvida, no tiene fecha de vencimiento oficial. No desaparece, se transforma, se integra poco a poco con lo que somos. Polilla vive un duelo hecho de risas que ya no se repiten, de silencios que pesan, pero también de memorias que reconfortan, de compañía, de rituales sencillos que recuerdan a ella.
¿Te animas hoy a revisar tus propias pérdidas y a permitirte el espacio para llorar, recordar, hablar, sanar?
1. ¿Cómo ha afrontado Polilla el duelo tras la muerte de La Gorda Fabiola?
Polilla ha compartido que ha sido un proceso lleno de altibajos emocionales, en el que ha aprendido a permitirse llorar, gritar y expresar su dolor. También ha encontrado consuelo en sus recuerdos, en la compañía de su hijo y en sus mascotas, además del apoyo de familiares, amigos y seguidores.
2. ¿Qué enseña el testimonio de Polilla sobre el duelo?
Su experiencia muestra que el duelo no debe vivirse en silencio. Hablar del dolor, compartir memorias y buscar apoyo son pasos necesarios para avanzar. También enseña que, aunque la tristeza permanece, poco a poco es posible integrar los recuerdos con gratitud y seguir adelante.
3. ¿Cómo puede ayudar la salud mental en un proceso de duelo como el de Polilla?
El acompañamiento psicológico brinda herramientas para manejar emociones intensas como la tristeza, la ansiedad o la culpa. Terapias con profesionales permiten encontrar sentido, procesar la pérdida y desarrollar estrategias para reconstruir rutinas y relaciones sin la persona que partió.
En Selia te acompañamos con herramientas y ejercicios para cuidar tu bienestar emocional.
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