Las fobias son reflejo de miedos profundamente arraigados, y algunas llegan a ser tan particulares que parecen sacadas de una película. ¿Te imaginas tener terror a un alimento presente en fiestas, reuniones o incluso en tu familia? Para Lorena Moreno, una joven andaluza de 27 años, esa realidad se volvió cotidiana: sufre una fobia intensa a las aceitunas, un fruto que ha generado producciones en su propia familia durante generaciones.
¿Te has preguntado qué podría llevar a alguien a sentir repulsión, náuseas y pánico solo al ver ese alimento tan común?
Lorena lo confiesa con total transparencia en un artículo: «Si mi novio come aceitunas, no le puedo besar hasta que no se lave los dientes». Un gesto que comienza a mostrar la intensidad de su situación. A pesar de provenir de una familia de productores de aceitunas, afirma que este rechazo no es un capricho, sino algo presente desde su memoria más temprana: «Si me las ponen en la mesa, tengo que taparlas. Si las veo o las huelo, me entran ganas de vomitar».
Ese nivel de ansiedad ante un estímulo tan cotidiano revela que, para Lorena, las aceitunas son un gatillo emocional. No importa la cercanía afectiva o la lógica familiar: su cerebro las interpreta como amenazas.
Lo sorprendente es que esta fobia está en directa contradicción con su entorno más íntimo. Su familia lleva décadas celebrando el cultivo y la venta de aceitunas al por mayor. Mientras para ellos es fuente de orgullo, para ella es una fuente de angustia: «Ni siquiera puedo entrar en la nave de la empresa», dice. Anteponer su bienestar emocional a la tradición familiar no es un rechazo gratuito, sino una defensa profunda de su espacio interno.
Lorena contó que su bisabuela y una tía compartían la misma fobia. ¿Será casualidad o genética? Aunque la ciencia aún no ha demostrado que esta aversión tenga un componente hereditario claro, sí se insiste en que el modo en que se procesan sabores y olores en el cerebro puede tener base en la biología familiar. Lo que sí queda claro es que esta condición encaja con lo que se conoce como neofobia alimentaria, un rechazo irracional a nuevos alimentos que aparece reflejado en el DSM-5, el manual médico para diagnosticar trastornos mentales.
Esta lógica explica por qué resistirse a probar algo inofensivo no siempre es simplemente cuestión de gustos. A veces, la mente y el cuerpo activan mecanismos de defensa que escapan a la lógica cotidiana.
La historia de Lorena nos recuerda que una fobia puede parecer absurda para alguien más, pero ser devastadora para quien la vive. El rechazo intenso, el miedo al rechazo social o el absurdo cotidiano pueden ser pistas de que algo emocional está herido.
Si has sentido que tu cuerpo te alerta con ansiedad ante algo que otros consideran normal, esa sensación merece atención. No eres exagerado por sentirlo así, eres humano.
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¿Nos hemos preguntado alguna vez si detrás de un rechazo extraño hay una historia de dolor, incomodidad o control perdido? Las fobias no son meros caprichos; son señales que merecen comprensión, no juicio.
Si tú o alguien cercano experimenta un miedo exagerado a algo cotidiano, recuerda: la ayuda existe y es posible. Proteger nuestra salud mental es tan legítimo como respirar.
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- ¿Qué es la neofobia alimentaria?
Es una aversión persistente e irracional a probar alimentos nuevos o específicos, catalogada en el DSM-5 como un trastorno alimentario.
- ¿Puede una fobia a un alimento afectar mi vida diaria?
Sí. Puede generar ansiedad intensa, evitar situaciones sociales y afectar la calidad de vida, incluso si el objeto de la fobia es común o familiar.
- ¿Cómo se trata una fobia alimentaria?
Mediante terapia (como terapia de exposición gradual), acompañamiento profesional y estrategias de manejo de la ansiedad. No estás solo ni es un capricho; es un problema emocional real.
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