En Colombia, un hito médico marcó el inicio de una nueva era en el tratamiento de los trastornos mentales resistentes: Lorena Rodríguez, una joven bogotana de 33 años, se convirtió en la primera paciente del país en someterse a una cirugía cerebral para tratar la depresión. Su caso ha despertado el interés de la comunidad científica, los profesionales de la salud y la opinión pública, no solo por lo inédito del procedimiento, sino también por lo que representa en términos de esperanza para quienes sufren esta enfermedad de forma severa y crónica.
La historia de Lorena, compartida recientemente por medios nacionales e internacionales, es un testimonio de lucha contra una enfermedad que muchas veces es invisible, pero devastadora. En este artículo exploramos su caso, en qué consiste la tecnología utilizada, cuáles son los criterios para optar por este tipo de intervención, y qué implicaciones tiene para el futuro del tratamiento de la depresión en América Latina.
Lorena empezó a mostrar síntomas de depresión clínica desde los 18 años. Con el tiempo, sus episodios se volvieron más intensos y frecuentes, pese a los diferentes tratamientos que recibió: medicamentos, terapia psicológica, terapia electroconvulsiva y hospitalizaciones. Nada funcionaba de forma duradera.
"Perdí la motivación, me aislé de todo y de todos. Ya no sentía nada. Solo una tristeza constante que no se iba", confesó a Infobae en una entrevista reciente. Esta sensación de vacío y falta de sentido es común en casos de depresión mayor resistente al tratamiento, una condición que afecta aproximadamente al 10% de quienes padecen depresión en el mundo.
La intervención a la que se sometió Lorena se conoce como estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés). Consiste en implantar quirúrgicamente un pequeño dispositivo, similar a un marcapasos, que envía impulsos eléctricos a regiones específicas del cerebro asociadas al estado de ánimo y la motivación.
Esta tecnología ya se utiliza desde hace varios años para tratar enfermedades como el Párkinson, la epilepsia o el trastorno obsesivo-compulsivo. Su aplicación en el tratamiento de la depresión es más reciente, y está en etapa experimental en muchos países. Sin embargo, estudios realizados en Estados Unidos, Canadá y Europa han mostrado resultados prometedores en pacientes con depresión resistente.
El procedimiento fue realizado en el Hospital Universitario San Ignacio, en Bogotá, por un equipo interdisciplinario conformado por neurocirujanos, psiquiatras y neurólogos. La cirugía duró cerca de ocho horas y requirió una planificación exhaustiva, incluyendo pruebas de neuroimagen y valoraciones psiquiátricas rigurosas.
La decisión de someterse a una intervención tan invasiva no fue fácil para Lorena. "No tenía nada que perder. Sentía que ya había probado todo. Esta era mi última esperanza", declaró. Desde la cirugía, su estado ha mostrado mejoras significativas: ha recuperado rutinas, se siente con mayor energía y ha vuelto a experimentar placer en actividades cotidianas.
El caso plantea una pregunta crucial: ¿cuándo se justifica recurrir a una cirugía para tratar la depresión? Los expertos coinciden en que debe ser el último recurso, una opción reservada para quienes han agotado sin éxito todos los tratamientos convencionales. También subrayan que no todos los pacientes son aptos: deben cumplir criterios clínicos muy estrictos, tener un diagnóstico claro y estar sometidos a una evaluación psiquiátrica integral.
Como todo procedimiento que involucra el cerebro, la estimulación cerebral profunda para la depresión no está exenta de controversias. Algunos sectores de la comunidad médica cuestionan sus efectos a largo plazo, los posibles efectos secundarios y la falta de estándares globales para su aplicación en salud mental.
Sin embargo, hay consenso en algo: la cirugía no debe verse como una solución milagrosa ni como un reemplazo de otras estrategias terapéuticas. Se trata más bien de una herramienta adicional que puede ofrecer alivio en casos extremos, pero siempre dentro de un abordaje integral de la salud mental.
El caso de Lorena ha puesto a Colombia en el mapa de la innovación en salud mental. Aunque este procedimiento aún es costoso y poco accesible, su realización abre la puerta a futuros avances en tecnología médica y en el abordaje de enfermedades mentales complejas.
Además, genera una conversación necesaria sobre la urgencia de fortalecer los sistemas de salud mental en el país: mejorar el acceso a la atención psiquiátrica, capacitar a más profesionales, reducir el estigma y crear rutas claras para el tratamiento de los trastornos depresivos.
Lorena no solo se convirtió en una paciente pionera, sino en un símbolo de esperanza para miles de personas que, como ella, luchan cada día con una enfermedad que sigue siendo incomprendida y subestimada. "Esto no es una cura mágica, pero me dio una nueva oportunidad de vivir", afirmó.
El caso de Lorena Rodríguez no es solo una historia personal de resistencia, sino un punto de partida para pensar de forma más ambiciosa y humana el futuro de la salud mental en Colombia. En PARLA! creemos que visibilizar estos avances, con responsabilidad y rigor, es clave para romper estigmas y abrir nuevas posibilidades de tratamiento.
La ciencia avanza, pero también debe avanzar la empática comprensión de lo que significa vivir con una enfermedad mental. Mientras tanto, Lorena camina con pasos más firmes hacia una vida que, por fin, vuelve a tener sentido.