“Una cucharada y verás el milagro”. Así lo dicen en plazas de mercado, en redes sociales, en la tradición oral del Pacífico colombiano. Se refieren al borojó, una fruta marrón, ácida y fibrosa que se ha ganado fama de despertar la pasión dormida y revitalizar hasta al más cansado. Pero, ¿qué hay detrás de esta reputación? ¿Realmente funciona como un “viagra natural”? ¿Y tiene algún efecto sobre la salud mental?
En un momento en que cada vez más personas buscan alternativas naturales para mejorar su bienestar, el borojó se ha convertido en símbolo de esperanza, energía y conexión con lo ancestral. Pero también en objeto de mercadeo, exageración y mitos.
Este artículo no solo explora sus supuestos beneficios afrodisíacos, sino también su vínculo con el estado de ánimo, la vitalidad emocional y la manera en que las culturas interpretan el deseo como parte del equilibrio integral.
¿Puede una fruta cambiar tu día? ¿Tu energía? ¿Tu libido? ¿Y tu humor?
Vamos a verlo con lupa.
El borojó (Borojoa patinoi) es una fruta autóctona del Chocó biogeográfico, una región húmeda y biodiversa del Pacífico colombiano y ecuatoriano. Tiene forma esférica, color marrón oscuro y una pulpa densa, rica en agua, glucosa, proteínas y antioxidantes. Su sabor es fuerte, agrio y penetrante, y por eso suele mezclarse con leche, miel, huevo o avena para hacer el famoso “juguito de borojó”.
¿Por qué lo llaman “viagra natural”? Según la tradición, sus compuestos ayudan a estimular la circulación sanguínea, mejorar la energía y despertar el deseo sexual. A esto se suma su alta concentración de polifenoles, fósforo y vitaminas del complejo B, relacionadas con la producción de serotonina y dopamina.
“Con una copa de borojó al día, no hay cama que aguante”, dicen entre risas los comerciantes populares. Pero detrás del humor, hay una idea poderosa: el alimento como medicina. Y el deseo como indicador de salud.
¿Puede el deseo sexual ser un termómetro de tu bienestar emocional?
Cuando hablamos de afrodisíacos, a menudo se piensa solo en el rendimiento físico o la estimulación genital. Pero el deseo sexual está profundamente conectado con factores psicológicos, hormonales y emocionales.
La falta de deseo no siempre se resuelve con un impulso químico. A veces, tiene que ver con el estrés, el cansancio crónico, la ansiedad, la depresión o los conflictos de pareja. Y en ese sentido, cualquier alimento o hábito que promueva el bienestar integral puede tener un impacto indirecto (pero significativo) en la vida sexual.
Por eso, más que preguntar si el borojó es “viagra natural”, tal vez deberíamos preguntarnos: ¿cómo cuidas tu deseo? ¿Lo nutres? ¿Lo escuchas? ¿Lo entiendes como parte de tu salud emocional?
“No hay pasión sin paz interior”, dicen algunos terapeutas sexuales. Y ahí es donde el borojó, con su carga cultural y nutricional, entra en escena.
Los estudios científicos sobre el borojó aún son limitados, pero algunos hallazgos interesantes apuntan a que su consumo podría tener efectos positivos en varios aspectos del bienestar:
Sin embargo, no hay evidencia médica concluyente que lo posicione como afrodisíaco en términos farmacológicos. Es decir: no reemplaza al sildenafil (Viagra) ni tiene efectos inmediatos comprobados.
¿Entonces es mito? No del todo. Porque el poder de una fruta no reside solo en su composición química, sino también en lo que representa para quien la consume.
¿Y si el borojó no solo te activa el cuerpo, sino también la mente?
En muchas culturas, los alimentos tienen una carga simbólica que va más allá de lo nutricional. El cacao, el jengibre, la canela, el chile o la maca peruana son considerados afrodisíacos no solo por sus componentes, sino por el ritual de consumirlos, el imaginario colectivo y las sensaciones que provocan.
El borojó es parte de esa lista. Tomarlo es casi un acto de afirmación: “me estoy dando energía”, “me estoy preparando para algo bueno”, “me estoy cuidando”. Y eso, por sí solo, ya tiene un impacto positivo en la autoestima, la disposición emocional y el cuerpo.
Además, cuando algo es tomado con intención, con deseo, con atención plena, genera una respuesta psicofisiológica que va más allá del placebo.
¿Y si la pasión también se cultiva desde la cocina?
Durante años, el enfoque médico separó la sexualidad de la mente. Pero hoy sabemos que no hay placer sin contexto emocional. La salud sexual es parte inseparable de la salud mental: cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y con nuestras emociones, el deseo fluye con más naturalidad.
Y al revés: cuando hay culpa, miedo, ansiedad o autoexigencia, el deseo se apaga.
En ese sentido, cualquier herramienta que nos ayude a reconectar con el cuerpo —ya sea un alimento, un masaje, una caminata o una conversación honesta— también puede ser un motor de bienestar emocional.
¿Has notado cómo cambia tu libido cuando estás estresado? ¿Cómo influye tu estado de ánimo en tu placer?
“El deseo es una conversación entre el cuerpo y la mente”, dicen los sexólogos. ¿Estás dispuesto a escucharla?
Aunque no hay estudios específicos que evalúen los efectos del borojó sobre la salud mental, sí sabemos que los alimentos ricos en antioxidantes, vitaminas del complejo B y minerales tienen un papel importante en la regulación emocional.
Además, el borojó es considerado un tónico natural en comunidades del Pacífico, donde se utiliza no solo como afrodisíaco, sino como energizante, antidepresivo y bebida de recuperación.
El acto de consumirlo, además, implica ritual: licuarlo, mezclarlo, compartirlo. Y eso también nutre. Porque no hay salud mental sin momentos placenteros, sin conexión, sin goce.
¿Y si te das permiso para disfrutar sin culpa? ¿Para sentir placer sin justificaciones?
Como todo alimento concentrado, el borojó debe consumirse con moderación. En exceso puede generar malestar estomacal, fermentación intestinal o interacciones no deseadas si se mezcla con otras sustancias.
Personas con afecciones renales, hepáticas o metabólicas deben consultar con un profesional antes de consumirlo de forma regular.
Además, es importante evitar mezclarlo con ingredientes como bebidas energéticas o estimulantes sintéticos, que podrían sobrecargar el sistema nervioso.
¿La clave? Escuchar a tu cuerpo. Y no buscar en una fruta la solución mágica a un malestar más profundo.
El borojó es mucho más que una bebida energética. Es símbolo de una cultura, de un deseo colectivo de sentirnos vivos, activos, conectados. Su fama como “viagra natural” puede ser exagerada, sí, pero también encierra una verdad: el deseo necesita ser cuidado.
Y en una época en la que el estrés, la ansiedad y la fatiga emocional nos desconectan del cuerpo, de los vínculos y del placer, recuperar rituales como este puede ser un camino de regreso a nosotros mismos.
¿Y si el afrodisíaco que necesitas no está solo en el borojó, sino en volver a darte permiso para sentir?
- ¿Qué es el borojó y por qué se le dice “viagra natural”?
Es una fruta del Pacífico colombiano, rica en nutrientes, a la que se le atribuyen propiedades afrodisíacas por su efecto energizante y simbólico.
-¿Tiene beneficios para la salud mental?
Indirectamente sí, al aportar vitaminas del complejo B, antioxidantes y energía. También puede mejorar el estado de ánimo por su vínculo cultural con el placer.
-¿Sirve como sustituto del viagra?
No. No tiene efectos farmacológicos inmediatos ni sustituye tratamientos médicos. Su efecto es más progresivo y simbólico.
-¿Es seguro consumirlo?
Sí, en cantidades moderadas y dentro de una dieta equilibrada. Personas con condiciones específicas deben consultar con un profesional.
-¿Por qué se relaciona el deseo sexual con la salud emocional?
Porque el deseo está influido por el estado de ánimo, la autoestima, el estrés y la conexión emocional. No es solo físico.
-¿Te gustaría que te prepare ahora una imagen horizontal y realista para ilustrar este artículo? Podría mostrar un ambiente natural del Pacífico con el borojó en primer plano, reflejando su mística y conexión cultural.