Distinguir entre un niño simplemente inquieto y uno que podría estar desarrollando un trastorno como el TDAH no siempre es fácil. Muchas familias se enfrentan a esta incertidumbre mientras observan a sus hijos moverse sin parar, hablar sin cesar o tener dificultad para concentrarse en clase. Aunque la inquietud es una característica natural en muchos pequeños, cuando ciertos comportamientos se vuelven persistentes e interfieren con el desarrollo diario, podría tratarse de algo más.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neurológica que afecta la capacidad de concentración, el control de impulsos y la regulación emocional. Según organizaciones de salud mental como la OMS y el Instituto Nacional de Salud Mental, el TDAH afecta aproximadamente al 5% de la población infantil a nivel mundial. Detectarlo a tiempo puede marcar la diferencia en el bienestar emocional, social y académico del niño.
Todos los niños pueden ser hiperactivos de vez en cuando. Sin embargo, si los comportamientos de inquietud, impulsividad o falta de atención persisten durante más de seis meses, en diferentes contextos (hogar, escuela, espacios sociales), es importante consultar con un profesional de la salud mental. Una de las señales más claras es que las conductas interfieren significativamente con el aprendizaje o la interacción con otros niños.
Algunos signos que podrían indicar TDAH incluyen:
Estos comportamientos, cuando aparecen de forma ocasional, no son necesariamente preocupantes. Pero si se repiten y afectan el rendimiento y las relaciones, podrían ser un indicador de TDAH.
Uno de los errores más comunes es suponer que un niño muy energético o curioso tiene automáticamente un trastorno. Sin embargo, el diagnóstico de TDAH requiere de una evaluación clínica detallada. La diferencia clave radica en la intensidad, duración y repercusión de los comportamientos. Un niño inquieto puede calmarse con una rutina clara, actividades físicas y descanso adecuado. En cambio, un niño con TDAH continúa mostrando impulsividad y desatención incluso con estos ajustes.
Además, el TDAH puede dividirse en tres tipos:
Cada tipo se manifiesta de forma distinta, lo que refuerza la necesidad de un diagnóstico personalizado.
El primer paso es observar con detenimiento el comportamiento del niño en distintos entornos y momentos del día. Llevar un diario puede ser útil para identificar patrones. Posteriormente, se debe acudir a un psicólogo infantil, neurólogo o psiquiatra especializado en desarrollo que pueda realizar una evaluación integral.
El diagnóstico no se basa en una sola entrevista ni en una prueba única. Implica entrevistas con los padres, informes escolares, escalas de observación conductual y, en algunos casos, evaluaciones neuropsicológicas.
El tratamiento del TDAH suele combinar intervenciones psicológicas, educativas y, en ciertos casos, farmacológicas. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, ayuda al niño a desarrollar estrategias para organizarse, controlar impulsos y mejorar su autoestima. A nivel familiar, es esencial recibir orientación sobre cómo establecer rutinas claras, reforzar conductas positivas y manejar las dificultades sin caer en el castigo excesivo.
Las escuelas también juegan un papel central. Adaptaciones como tiempos de descanso, instrucciones claras, o mayor supervisión pueden facilitar el aprendizaje de un niño con TDAH. La comunicación fluida entre padres, docentes y terapeutas es clave para el progreso.
Uno de los desafíos más grandes para las familias es evitar el estigma. Muchos padres se sienten juzgados o culpables por los comportamientos de sus hijos, cuando en realidad están enfrentando una condición neurológica que requiere comprensión y apoyo. Reconocer que el TDAH no es culpa de nadie es un paso fundamental para avanzar.
Desde PARLA!, promovemos una mirada empática y basada en evidencia hacia el TDAH. Con información clara, acompañamiento profesional y estrategias adecuadas, es posible que los niños con TDAH desarrollen su potencial, fortalezcan sus relaciones y encuentren un camino de bienestar.
Detectar a tiempo, acompañar con amor y actuar con herramientas es la clave para transformar el diagnóstico en oportunidad.