
La intimidad de pareja es un universo en constante exploración. Las fantasías sexuales no solo alimentan la imaginación, también nutren la conexión emocional y erótica entre quienes se atreven a compartirlas. Una de las más frecuentes en los últimos años es la de grabar relaciones sexuales: tener un recuerdo en video de momentos de pasión, que muchas parejas consideran excitante.
Pero, ¿qué ocurre cuando ese material íntimo deja de ser privado? El reciente caso (publicado por Semana) de la modelo Isabella Ladera, expareja del cantante colombiano Beéle, puso en evidencia los riesgos de transformar esa fantasía en una experiencia vulnerable. Tras la filtración de un video íntimo, ella expresó en redes: “un momento íntimo y privado fue difundido sin mi consentimiento”.
Más allá de la polémica, el episodio abrió un debate nacional: ¿hasta dónde llega la fantasía, dónde empieza la violencia digital, y qué papel juega la ley en proteger la dignidad y la salud mental de las personas involucradas?
De acuerdo con estudios de sexualidad, una fantasía sexual es una representación mental que genera excitación. En el caso de grabarse teniendo sexo, el atractivo puede estar en varios elementos:
¿Te has preguntado si la atracción está en el video en sí, o en la confianza de grabarlo juntos?
Cuando Isabella Ladera denunció que su intimidad fue difundida sin autorización, no solo habló del daño personal. También señaló el impacto psicológico de ser víctima de violencia digital, un tipo de agresión donde el consentimiento se vulnera y lo erótico se convierte en humillación pública.
En sus palabras, la vergüenza no recae en quien confía, sino en quien traiciona. Este caso sirvió como espejo social: mostró cómo algo que comienza como un juego íntimo puede derivar en revictimización mediática, juicios sociales y ansiedad emocional.
El escándalo coincidió con el avance del Proyecto de Ley 247 de 2024, aprobado en segundo debate por el Congreso de Colombia. La iniciativa tipifica como delito la difusión no consentida de material íntimo sexual, imponiendo penas de entre 16 y 54 meses de prisión.
El proyecto reconoce que la llamada “pornovenganza” y otras formas de violencia digital constituyen un daño real, especialmente contra mujeres. La norma busca no solo castigar, sino también establecer mecanismos de prevención, protección y atención para las víctimas.
¿No crees que la ley, en este caso, está respondiendo a una necesidad urgente de la era digital?
Grabar un encuentro íntimo puede sentirse como un acto excitante y creativo, pero la línea entre el disfrute y el riesgo es delgada. La diferencia está en una sola palabra: consentimiento.
Cuando existe consentimiento, el video puede reforzar la complicidad de la pareja. Cuando se rompe ese acuerdo, se convierte en un acto de violencia y vulneración.
Las víctimas de filtraciones íntimas suelen experimentar:
El impacto no es trivial. La violencia digital se vive en carne propia: afecta la reputación, la vida laboral, la familia y la identidad emocional de la persona.
Si decides grabar con tu pareja, estas recomendaciones pueden ayudarte a reducir riesgos:
¿Vale la pena arriesgar tu privacidad si no hay plena confianza y seguridad?
No se trata de satanizar el deseo de grabarse. Las fantasías sexuales son parte natural de la intimidad y pueden fortalecer la pareja. El problema surge cuando no hay acuerdos claros o cuando alguien decide vulnerar la confianza.
El caso Beéle–Ladera nos recuerda que el cuidado emocional y el respeto mutuo deben estar por encima de cualquier excitación momentánea.
Cuando un video íntimo circula sin permiso, la víctima no solo enfrenta el dolor de la traición, sino también la presión social. El señalamiento, las burlas y el escrutinio público se convierten en formas adicionales de violencia.
Por eso es clave reforzar la idea de que la culpa nunca es de quien confió, sino de quien vulneró. La ley busca justamente equilibrar esa balanza.
¿Has vivido una situación que te generó angustia o dudas en tu intimidad? No tienes que atravesar el proceso en soledad. Hablar con un especialista puede ser el primer paso hacia el bienestar. Encuentra ayuda en terapeutas y psicólogos online de SELIA.
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El debate en torno a las grabaciones sexuales revela tensiones entre libertad individual y responsabilidad social. Por un lado, está el derecho de cada pareja a explorar su intimidad; por otro, la obligación de proteger la dignidad y evitar daños irreparables.
Colombia, con este proyecto de ley, se suma a la tendencia global de reconocer la violencia digital como un problema de derechos humanos.
El deseo de grabarse teniendo sexo puede ser una expresión válida de intimidad y juego erótico. Pero para que sea sano, debe estar guiado por la confianza, el respeto y la responsabilidad.
El caso de Isabella Ladera y Beéle recuerda que un acto privado puede transformarse en pesadilla si la confianza se rompe. La sociedad y la ley deben proteger a las víctimas y garantizar que estas experiencias no terminen en dolor emocional.
La fantasía debe seguir siendo un terreno de libertad, nunca de condena.
1. ¿Es normal tener la fantasía de grabarse teniendo sexo?
Sí. Es una fantasía sexual común y válida, siempre que exista consentimiento, comunicación clara y cuidado en la manera de llevarla a cabo.
2. ¿Qué riesgos psicológicos existen si un video íntimo se filtra sin autorización?
Las consecuencias incluyen ansiedad, depresión, pérdida de autoestima, afectaciones sociales y laborales. En casos extremos puede derivar en pensamientos suicidas.
3. ¿Qué hacer si soy víctima de violencia digital relacionada con material íntimo?
Lo primero es buscar apoyo psicológico y legal. En Colombia, la nueva ley en curso penaliza la difusión sin consentimiento. También es fundamental acudir a entornos de confianza para evitar la revictimización.
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