¿Alguna vez escuchaste decir que los mayores son más inteligentes o que los menores son más creativos? ¿Te has preguntado si realmente el hecho de ser el primer hijo, el del medio o el menor influye en tu capacidad intelectual? Un estudio reciente recogido por El Tiempo sugiere justo eso: que el orden de nacimiento podría estar asociado con diferencias en la inteligencia entre hermanos. Pero... ¿es un dato contundente o solo un mito persistente?
Según la información difundida, múltiples investigaciones han observado que, en promedio, los hijos mayores obtienen puntuaciones ligeramente más altas en pruebas de coeficiente intelectual (CI) que sus hermanos menores. La explicación apunta a que reciben más atención individual en etapas tempranas y ejercen influencia didáctica sobre sus hermanos. Es decir, los primeros hijos se benefician de un entorno donde ejercen roles de enseñanza y tienen acceso privilegiado a recursos familiares.
Una teoría clásica conocida como modelo de confluencia, formulada por Robert Zajonc, sostiene que el ambiente intelectual compartido en una familia cambia con cada nacimiento. El primer hijo recibe más del lenguaje adulto y atención, luego ayuda a enseñar a los siguientes, mientras los hermanos menores crecen en un contexto más infantilizado. Esa diferencia explicaría una brecha de alrededor de 3 puntos de CI promedio entre el primero y los siguientes. Pero hay algo importante: esta diferencia es muy pequeña y no determina nada individualmente.
Estudios recientes contundentes, con decenas o cientos de miles de participantes, como el de la Universidad de Illinois con 377 000 estudiantes, señalan que aunque hay una ligera ventaja promedio para los mayores, el efecto es tan pequeño que carece de relevancia práctica real. En la vida real, no marca la diferencia. Las variaciones entre individuos dentro de una misma familia superan ampliamente el promedio entre hermanos.
Julia Rohrer, psicóloga de la Universidad de Leipzig, resume: “Los mayores tienen un CI un poco más alto, pero ese efecto es pequeño y no determinista”. Puede que, en una familia particular, el menor sea mucho más inteligente que el primero. El efecto se obtiene solo promediando miles de casos.
La inteligencia no se mide solo por pruebas estandarizadas. La creatividad, la empatía, la motivación y la resiliencia emocional también definen nuestro funcionamiento mental. Y esos factores dependen mucho más de la crianza, las experiencias personales, la estimulación educativa y el entorno social que de tu posición en la línea de hermanos.
Adler y Sulloway propusieron teorías clásicas sobre cómo el orden de nacimiento influye en la personalidad: los primeros suelen ser responsables y perfeccionistas, los del medio negociadores, y los últimos más independientes o arriesgados. Pero estos patrones son observaciones generales, no reglas sueltas.
En PARLA! nos interesa destacar lo que sí importa: el cuidado emocional, la autoestima, el apoyo familiar y la oportunidad de desarrollar habilidades únicas, sin comparaciones. Porque, incluso si el orden de nacimiento ofrece una ligera ventaja promedio, no define tu potencial ni tu valor.
El orden puede influir en cómo te relacionaste con tus padres o con tus hermanos, pero lo que sigue más vigente es cómo interpretas eso hoy. Si creciste siendo el mayor puede que te sientas más responsable; si eres el menor, quizás esperas que otros siempre te cuiden. Ambas dinámicas tienen sentido, pero no determinan tu inteligencia ni tu destino emocional.
Si creciste con ese mito familiar de que “el mayor siempre lo sabe todo” o que “el menor es el consentido”, podrías haber interiorizado expectativas rígidas. Aquí unas ideas para desenmascararlas:
La evidencia científica más sólida dice que el efecto del orden de nacimiento en la inteligencia es real pero pequeño: entre uno y tres puntos de CI, sin impacto determinante. Pero lo que define nuestra salud mental y emocional es cómo fuimos criados, con quién nos sentimos seguros, qué expectativas nos impusimos o nos impusieron, y cuánto nos permitimos crecer en nuestros propios términos.
Tal vez te exigiste ser mejor que tu hermano, o sentirte útil desde pequeño. O quizá cargaste con comparaciones familiares incómodas. En todos los casos, comienza por examinar esas historias heredadas:
Sí, hay un pequeño patrón estadístico sobre los primeros hijos y la inteligencia promedio. Pero ese dato no sobrevivirá en la práctica sin que le des significado emocional. Si naciste primero, no estás obligado a ser líder perfecto. Si naciste último, no estás destinado a ser el más creativo o dependiente. Puedes elegir tu destino más allá del orden familiar.
En PARLA! creemos que cuidar la mente también implica dejar de creer mitos sobre quién eres. Lo que importa no es el lugar que ocupaste al nacer, sino el espacio emocional que ocupas ahora. Porque la inteligencia real se construye cada día, con decisiones conscientes, cuidado personal, curiosidad genuina y vínculos auténticos.
Y tú, ¿te reconoces en alguna etiqueta que te impusieron antes de conocerte de verdad? Puedes comenzar hoy a escribir tu historia sin lugar jerárquico.
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