Donald Trump ha centrado recientemente parte de su mensaje en algo inesperado: la fórmula de Coca-Cola. A través de Truth Social, anunció que persuadió a la compañía para que reemplace el jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS) por azúcar de caña, afirmando que es “mejor”. Aunque Coca-Cola no ha confirmado oficialmente el cambio, el anuncio ha desatado un debate sobre nutrición, bienestar y salud pública, temas que afectan también la salud mental y el bienestar emocional.
Este artículo analiza el trasfondo de la propuesta de Trump desde una perspectiva de cuidado alimentario, considerando los efectos del azúcar en el cerebro y las emociones, y cómo una modificación en este símbolo cultural puede influir en nuestros hábitos y salud integral.
Trump afirmó haber dialogado con ejecutivos de Coca-Cola, obteniendo su compromiso para reemplazar el HFCS por azúcar de caña en todos los productos del mercado estadounidense. “Esto será una muy buena decisión para ellos —lo verán—. Es simplemente mejor”, aseguró. Coca-Cola respondió con cautela, agradeciendo el “entusiasmo del presidente” y anticipando “innovaciones” futuras, sin confirmar un cambio oficial.
Desde los años 80, muchas bebidas en EE. UU. dejaron de usar azúcar de caña debido a los subsidios al maíz. El HFCS ofrecía un sabor muy similar a menor costo. Según Coca-Cola y la American Medical Association, no hay evidencia suficiente para considerar al HFCS más dañino que el azúcar de caña.
Sin embargo, ciertos grupos promueven eliminar ingredientes “artificiales” y reducir el azúcar añadido, apuntando a una percepción pública que asocia el azúcar de caña con lo “natural” y saludable.
Un cambio de HFCS a azúcar de caña no reduce el aporte calórico ni las consecuencias metabólicas. Los expertos advierten que ambas formas son azúcares añadidos, ligadas a obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y caries.
No obstante, los beneficios sobre la salud mental, aunque indirectos, están documentados: una reducción del azúcar puede mejorar el ánimo, disminuir la ansiedad, mejorar la atención y reducir la irritabilidad.
Un producto con azúcar de caña podría enviar un mensaje positivo hacia una alimentación consciente, reforzando la idea de que los ingredientes naturales son mejores para el cuerpo y la mente. Ese mensaje cultural puede motivar a las personas a repensar sus elecciones y considerar alternativas más sanas como agua, infusiones sin azúcar o sodas light.
En comunidades vulnerables a problemas metabólicos y emocionales, este tipo de ejemplo cultural puede ser un pequeño impulso hacia hábitos más saludables.
La relación entre alimentación y salud mental es profunda. El consumo excesivo de azúcar añadido está asociado a bajones de ánimo, aumento de la ansiedad, irritabilidad y dificultades para concentrarse. Reducir el consumo de refrescos y productos ultraprocesados puede mejorar el equilibrio emocional, el sueño y la energía diaria.
La Organización Mundial de la Salud recomienda limitar el consumo de azúcares libres a menos del 10 % de la ingesta calórica diaria. Una reducción máxima al 5 % —unos 25 g diarios en adultos— puede brindar beneficios mentales y físicos.
El cambio de Coca-Cola a azúcar de caña no elimina el problema, pero puede ser un primer paso hacia una cultura alimentaria y emocional más saludable.
El interés de Trump por cambiar la fórmula de Coca-Cola es más que una curiosidad social: es una oportunidad para hablar sobre cómo lo que comemos impacta nuestro bienestar mental. Aunque el azúcar de caña no es una panacea, el debate sirve para activar reflexiones sobre hábitos, salud pública y responsabilidad individual.
Desde PARLA! creemos que una alimentación más consciente —menos azúcares añadidos, mayor selección de bebidas naturales— puede ser parte de un enfoque integral de cuidado emocional y salud mental. La fórmula de una bebida icónica puede convertirse en un recordatorio de que cuidar la mente comienza con cada decisión que tomamos.