Salud Mental
Author
Mauricio González
Published At
May 5, 2025
Reading Time
8
mins
Type of content
Artículo
Pirry y su lucha con la depresión: cuando el autocuidado es más importante que la imagen pública
Pirry rompe el silencio sobre su lucha contra la depresión y su paso por una clínica de salud mental. Una historia real de autocuidado, vulnerabilidad y la importancia de detenerse para sanar en un mundo que no deja de moverse.

Durante años, Pirry fue sinónimo de denuncia, periodismo extremo y aventuras sin miedo. Pero detrás del personaje que se lanzaba al vacío y desafiaba autoridades, había un hombre que, desde 2014, cargaba con algo más profundo y silencioso: la depresión. Su historia, hoy contada en primera persona, es un recordatorio poderoso de que nadie, por fuerte o visible que parezca, está exento de quebrarse.

Recientemente, Pirry reapareció públicamente luego de estar internado voluntariamente en una clínica de salud mental en El Retiro, Antioquia. Lo hizo sin dramatismo, sin filtros, y con una honestidad que muchos no se atreven a compartir. “Necesito ir a alguna parte donde me quiten el teléfono... eso me crea una ansiedad”, dijo en uno de sus mensajes más crudos. Y con eso, puso sobre la mesa un tema urgente: la necesidad de pausar antes de colapsar.

Cuando el cuerpo y la mente dicen basta

Pirry no llegó a ese punto de la noche a la mañana. Lo suyo fue un proceso acumulado de desgaste emocional, ansiedad, presión social y cansancio profundo. Aunque llevaba más de una década con un diagnóstico de depresión, fue en julio de 2025 cuando sintió que ya no podía más. La idea de desconectarse del celular —no como capricho, sino como necesidad terapéutica— fue una de las primeras señales claras de que la salud mental iba primero.

En sus palabras: “No me siento bien, necesito ayuda”. No fue una frase dicha al aire. Fue el inicio de una decisión concreta: internarse, detener el ruido externo y empezar a escuchar lo que su cuerpo y su mente venían gritando hace tiempo.

El silencio como forma de sanación

En la clínica, Pirry vivió un proceso estructurado y profundo: nada de fórmulas mágicas ni espiritualidades huecas. Su tratamiento incluyó terapia diaria con psicólogo y psiquiatra, sesiones de meditación, yoga, masajes, ejercicio físico y, sobre todo, un entorno libre de pantallas. Sí, en tiempos donde desconectarse parece imposible, su sanación comenzó ahí: al soltar el teléfono.

Ese aislamiento voluntario fue clave para frenar los estímulos constantes y empezar a trabajar lo interno. No se trató de escapar del mundo, sino de crear espacio para escucharse. Y eso, en un sistema que nos exige productividad constante, es un acto radical.

De la aventura externa a la exploración interna

Quienes conocieron a Pirry por sus reportajes de denuncia o sus expediciones extremas pueden sorprenderse al verlo ahora hablar de vulnerabilidad emocional y autocuidado. Pero esa transformación no es incoherente: es evolución. Así como cruzaba selvas o enfrentaba injusticias con la cámara en mano, hoy se atreve a enfrentar su mayor expedición: la de su mundo interior.

El Pirry de hoy ya no grita desde el riesgo físico. Sus palabras nacen del silencio, del cansancio acumulado, del intento por reconstruirse. Y en ese proceso, muchos se ven reflejados.

La depresión no tiene rostro

Uno de los aportes más valiosos de Pirry al hablar de su proceso es que nos recuerda una verdad incómoda: la depresión no siempre se ve. Puede vivir debajo de una carrera exitosa, de una figura pública, de un personaje fuerte. Puede habitar cuerpos funcionales, activos, sonrientes.

Por eso su testimonio es tan importante. Porque ayuda a romper el estigma de que solo quienes “se ven mal” necesitan ayuda. “No se autodiagnostiquen, vayan al médico”, dijo en un mensaje clave. Y ese consejo, aunque breve, es oro puro. Porque hoy más que nunca, confundimos el malestar con normalidad, y nos acostumbramos al dolor como si fuera parte del día a día.

¿Qué significa cuidarse de verdad?

En PARLA! hablamos mucho de autocuidado. Pero lo de Pirry no fue encender velas y tomar té. Fue internarse. Fue dejarlo todo por unas semanas. Fue aceptar que no podía más. Y eso también es cuidarse. Porque el autocuidado real es incómodo. Te obliga a tomar decisiones difíciles, a decepcionar expectativas, a desconectar del mundo cuando el cuerpo dice “basta”.

Ese tipo de cuidado es el que vale. El que no se ve bonito en redes, pero salva vidas. Y ese fue el que Pirry eligió.

La salud mental es un trabajo diario

Su paso por la clínica no fue un final feliz. Fue un punto de inflexión. Hoy, Pirry continúa en proceso. Su regreso a las redes y los medios viene acompañado de otra conciencia. Sus proyectos —desde contenidos digitales hasta charlas públicas— ahora integran una mirada más humana, más pausada, más sensible.

No es un “nuevo Pirry”. Es el mismo, pero más consciente. Uno que entendió que la salud mental no es una meta, sino una práctica constante. Que hablar de esto no es una moda, sino una necesidad cultural. Y que no estamos solos.

¿Qué podemos aprender de su historia?

Mucho. No solo que la depresión puede afectarnos a todos. También que pedir ayuda no te hace menos fuerte. Que detenerse no es rendirse. Que internarse no es una derrota. Que desconectarse del celular no es huir, sino cuidarse. Que hablar de salud mental no es “llamar la atención”, sino ayudar a otros a atreverse también.

Y que mostrarse vulnerable, cuando todo te exige dureza, es uno de los actos más valientes que alguien puede hacer.

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