Numerosos estudios y expertos coinciden en que convivir con perros no solo mejora la calidad de vida, sino que ofrece beneficios concretos en la salud mental y el bienestar emocional. Según un informe de El Tiempo, pasear o jugar con un perro es “una herramienta poderosa para mejorar el bienestar emocional”; el 92 % de los dueños reconocen que su mascota los motiva a realizar más ejercicio, y el 67 % afirma que el perro es su principal motivo para salir a caminar o trotar.
Vivir con un perro estimula la producción de oxitocina, la llamada “hormona del amor”, y reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Investigaciones confirman que quienes acarician a perros experimentan mejoras en la presión arterial, el ritmo cardíaco y el estado de ánimo. Este contacto produce una sensación de calma inmediata y promueve emociones positivas.
Además, el vínculo humano–canino es extenso y profundo. Se ha documentado que los perros pueden identificar emociones humanas gracias a cambios en expresiones faciales, voz y postura, generando una conexión empática genuina.
Tener un perro estimula la actividad física: pasear entre 20 y 30 minutos al día con este mejora la salud cardiovascular y reduce el riesgo general de mortalidad. Esa rutina suma beneficios extras: contacto con la naturaleza, aire fresco y espacios de socialización con otros dueños.
En paralelo, la socialización con mascotas favorece las habilidades interpersonales y combate el aislamiento. Niños y adultos reportan mayor disposición para hablar con desconocidos al pasear a su perro, reduciendo la soledad y fortaleciendo las redes de apoyo.
La canoterapia o terapia asistida con perros se implementa en hospitales, escuelas y centros de salud mental. En Galicia, por ejemplo, perros de asistencia trabajan con pacientes psiquiátricos, ayudándolos a mejorar la autonomía, la autoestima y la sociabilidad. El objetivo es proporcionar un espacio emocionalmente seguro, donde las personas pueden relajarse, expresarse y participar sin juicios.
Los beneficios documentados incluyen:
Existen tres categorías principales: perros de apoyo emocional (ESA), mascotas que brindan compañía; perros de terapia, empleados en clínicas y colegios; y perros de servicio, entrenados para responder a necesidades específicas. Aunque cada rol difiere, todos generan beneficios similares: acompañamiento, seguridad emocional y estimulación sensorial.
Investigadores destacan que los perros son capaces de identificar los cambios sutiles en el estado emocional humano, lo cual los convierte en compañeros altamente receptivos.
La relación entre humanos y perros data de hace alrededor de 15 000 años, y ha evolucionado hasta forjar una relación de apego similar al que los niños establecen con sus cuidadores. Esta conexión profunda fortalece la resiliencia emocional, reduce la ansiedad por separación y promueve la seguridad personal.
En entornos escolares, la presencia de perros mejora la empatía, la atención y las habilidades sociales. Niños con TDAH, por ejemplo, concentraron mejor y mostraron menos comportamientos disruptivos durante actividades apoyadas por perros de terapia.
Los perros también han sido utilizados con éxito en programas de lectura, ayudando a niños reticentes a leer en voz alta sin temor al juicio, generando un ambiente más relajado y de confianza.
La relación con un perro también implica compromiso: necesitas rutina, cuidado y tiempo. Alimentar, pasear y acompañar a tu mascota promueve una estructura diaria saludable, reduciendo la sensación de vacío emocional en personas que padecen estrés, ansiedad o depresión.
Adoptar y cuidar un perro no solo beneficia al individuo, sino que impacta positivamente en su entorno: familias, comunidades y profesionales de cuidado. Fomenta el apoyo mutuo, compasión y resiliencia social. En tiempos donde el aislamiento y el estrés son predominantes, los perros se alzan como una herramienta de salud pública emocional.
Vivir con perros es mucho más que disfrutar de su cariño. Es una oportunidad para fortalecer nuestra salud mental, promover la actividad física, mejorar las relaciones afectivas y reducir el estrés. Según la evidencia científica, los beneficios van desde la disminución del cortisol hasta una mayor sensación de propósito y seguridad emocional.
Desde PARLA!, defendemos que el vínculo humano-canino es un recurso terapéutico natural y profundo. Al integrar perros en hogares, escuelas y entornos clínicos, podemos construir comunidades más resilientes y emocionalmente saludables. Adoptar un perro es calidez, compañía, responsabilidad y cuidado futuro. Es, en definitiva, una inversión en nuestro bienestar emocional.