El 17 de mayo de 2017, Chris Cornell y su banda Soundgarden brindaron un concierto en el Teatro Fox de Detroit ante unas cinco mil personas. Fue parte de una gira que marcaba su regreso a los escenarios en Estados Unidos después de varios años de pausa. Pero ese show llevó consigo señales que, con el tiempo, se interpretaron como presagios de algo mucho más oscuro. Según reseñó La Tercera, “parecía que Cornell no estaba mentalmente presente” en esa noche tan particular.
Cornell dedicó palabras a la audiencia: al despedirse, dijo “Me siento mal por la próxima ciudad”. Esa frase cobró fuerza luego, cuando su siguiente concierto fue cancelado porque nunca llegaría a realizarse. Algunos testigos aseguran que se lo vio debilitado, tambaleándose en el escenario, sin la habitual potencia vocal que lo caracterizaba.
Esa noche también marcaría el último mensaje explícito hacia su público: en su despedida musical incluyeron fragmentos de Slaves & Bulldozers y un guiño final con In My Time of Dying de Led Zeppelin, una canción cargada de resonancias sobre la vida y la muerte.
A lo largo del concierto, y en conversaciones posteriores, muchos notaron que algo no estaba bien. Cornell había hablado públicamente en años anteriores sobre su lucha con la depresión, el aislamiento, la ansiedad, y experiencias con pensamientos suicidas.
El informe toxicológico reveló que en su cuerpo había una mezcla de fármacos, entre ellos Ativan (lorazepam), un ansiolítico prescrito para tratar la ansiedad. La familia y algunos seguidores han cuestionado si ese medicamento contribuyó de forma significativa a su caída, dado que en el pasado había aceptado tratamientos para adicciones al alcohol y otras sustancias.
El análisis forense concluyó que la causa de muerte fue suicidio por ahorcamiento en el baño del cuarto del hotel donde Cornell se hospedaba, horas después del concierto.
En el reportaje de La Tercera titulado Chris Cornell y sus dramáticas horas finales: su muerte era completamente evitable, se argumenta que había momentos clave en los días previos que pudieron ser oportunidades para que alguien interviniera. Durante su paso por Detroit, quienes lo rodeaban notaron diferencias con otras noches: voz cansada, movimientos menos seguros, expresión más apagada.
Se ha cuestionado la responsabilidad del médico que le recetó Ativan, pues no habría advertido del riesgo que implicaba esa dosis en alguien con historial de adicciones y vulnerabilidad emocional. Esa prescripción abrió incluso una batalla legal post mortem entre su viuda y el facultativo.
Chris Cornell no era solo un ícono del rock; era un ser humano con heridas emocionales profundas, con una historia de lucha contra sus demonios internos. Su talento musical se alimentó muchas veces del dolor y del conflicto interior. Eso no justifica su desenlace, pero sí humaniza la tragedia.
Muchas veces, quienes rodean al que sufre no saben ver más allá de la fama. Detectar señales no basta: hay que saber qué hacer con ellas. Una conversación, una presencia, una intervención oportuna pueden marcar la diferencia.
En el tratamiento de la ansiedad o la depresión, la medicación debe estar acompañada de seguimiento clínico riguroso. No es una solución única, sino una pieza dentro de un abordaje integral.
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La prevención es colectiva. No solo el individuo debe resistir; los entornos sociales, las redes de amigos y los equipos de trabajo deben ofrecer espacios seguros y acompañamiento constante. Es ahí donde los programas de salud mental de SELIA juegan un papel valioso: brindar guía, comunidad y herramientas realistas para sostener el bienestar.
Chris Cornell dejó una huella sonora imborrable. Pero también su historia puede servir como advertencia: el talento no excusa el dolor, la fama no protege de la vulnerabilidad, el silencio es enemigo de quienes sufren.
Su voz aún resuena, y parte de esa resonancia debería movilizarnos a mirar hacia quienes sufren en privado y tender la mano antes de que sea demasiado tarde.
1. ¿Chris Cornell había hablado antes públicamente sobre pensamientos suicidas?
Sí. En varias entrevistas, él reconoció haber lidiado con depresión, aislamiento y pensamientos de muerte.
2. ¿Cómo saber si un medicamento puede ser riesgoso en alguien vulnerable?
Depende de la dosis, de las combinaciones con otros fármacos y del historial personal. Por eso es vital el seguimiento médico constante.
3. ¿Qué hacer si alguien dice que quiere acabar con su vida?
Tomarlo muy en serio, escuchar sin juzgar y buscar ayuda profesional inmediata. A veces, la presencia y el acompañamiento pueden salvar.
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