Elizabeth Gilbert, reconocida mundialmente por su libro Comer, rezar, amar, ha construido una carrera que combina literatura, reflexión espiritual y experiencias de vida íntimamente compartidas. En su más reciente trabajo, ha abordado una faceta poco explorada de su historia personal: lo que denomina adicción al sexo y al amor.
Según la escritora, esta no es una categoría clínica oficial —no figura como un diagnóstico en manuales como el DSM-5—, pero es una vivencia real, intensa y debilitante. “La adicción al sexo y al amor no es un diagnóstico, pero puede ser debilitante”, afirma. (El Espectador)
Su testimonio abre un debate sobre los límites entre amar con pasión y perder el control. ¿Hasta qué punto el deseo y la necesidad de afecto pueden transformarse en cadenas invisibles?
Aunque la psiquiatría no ha consensuado definirlo como una adicción formal, lo cierto es que muchos especialistas reconocen que existen patrones compulsivos de amor y deseo. Son formas de vincularse que giran en torno a la obsesión, la búsqueda de validación, la dependencia emocional y la dificultad para establecer límites.
Gilbert lo explica desde la vivencia: lo que comenzó como un acto de cuidado hacia una persona enferma derivó en una implicación emocional excesiva, que la llevó a sentir ansiedad, vacío y pérdida de autonomía. Es ahí donde lo que parece amor comienza a convertirse en un problema de salud mental.
Gilbert reconoce que este ciclo puede atrapar: “Lo que más deseaba era lo que más me hería, pero no podía soltarlo”.
Uno de los aspectos más delicados de esta experiencia es el efecto sobre la autoestima. La escritora narra cómo sus relaciones se convirtieron en un espejo de dudas personales: ¿soy suficiente?, ¿me quieren de verdad?, ¿qué pasa si no me desean? Ese cuestionamiento constante genera dependencia de la validación externa.
El resultado: insomnio, ansiedad, aislamiento, pérdida de concentración, e incluso síntomas similares a los de la abstinencia en otras adicciones. La diferencia es que aquí el “sustituto químico” es el amor o el sexo.
Aunque pocas veces se habla de ella, esta forma de compulsión emocional no es extraña. En una cultura que glorifica el amor romántico como meta de vida, muchas personas terminan atrapadas en relaciones tóxicas o en la necesidad permanente de ser elegidas.
¿Te has encontrado alguna vez pensando que sin una pareja tu vida carece de sentido? ¿Has continuado en vínculos dolorosos solo por miedo a estar solo? Estas son preguntas que revelan cómo la adicción al amor se esconde bajo dinámicas normalizadas.
Gilbert insiste en que reconocer esa diferencia es fundamental para no caer en dinámicas que desgastan.
La autora subraya la importancia de pedir ayuda cuando se reconoce que el amor o el sexo se han convertido en mecanismos de escape. La terapia psicológica ofrece recursos para comprender el origen de esas compulsiones: heridas de infancia, modelos de apego, traumas no resueltos.
Si sientes que estás viviendo algo parecido a lo descrito por Gilbert, hablar con un profesional puede ser un primer paso. Puedes explorar opciones con terapeutas y psicólogos online de SELIA, que ofrecen acompañamiento cercano y seguro para procesar lo que sientes:
Más allá de las sesiones individuales, existen programas de salud mental de SELIA que combinan talleres, grupos de apoyo y técnicas terapéuticas para romper el ciclo de dependencia. Estos espacios permiten compartir experiencias, recibir seguimiento y construir herramientas de autocuidado a largo plazo.
Elizabeth Gilbert nos invita a pensar que no todo lo que llamamos amor es saludable. A veces, el amor puede disfrazar dependencia, miedo y vacío. Nombrar estas experiencias no pretende patologizar el amor, sino abrir la posibilidad de reconocer cuándo amar deja de ser libertad y se convierte en una prisión.
¿No crees que vale la pena preguntarte hoy si tu manera de amar te sostiene o te desgasta?
1. ¿La adicción al sexo y al amor es lo mismo que el apego ansioso?
No exactamente, aunque comparten rasgos. El apego ansioso describe un estilo relacional desde la infancia, mientras que la adicción implica conductas repetitivas y compulsivas que generan sufrimiento.
2. ¿Se puede superar la adicción al amor?
Sí, con terapia, autocuidado y procesos de reconstrucción personal. Requiere tiempo, paciencia y aceptar que la autonomía emocional es posible.
3. ¿Por qué es importante hablar de esto aunque no sea diagnóstico oficial?
Porque miles de personas viven sufrimiento real bajo esta dinámica. Nombrarlo y discutirlo permite buscar ayuda y dejar de romantizar el dolor.
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